Una ola de oposición se está construyendo en ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y Canadá, ya que los nuevos aranceles del presidente Donald Trump sobre productos canadienses amenazan con interrumpir el comercio, aumentar los costos y dañar las economías locales, especialmente en el estado de Washington y Columbia Británica. Legisladores bipartidistas de Estados Unidos, funcionarios canadienses y líderes empresariales advierten que los aranceles, programados para entrar en vigor el 1 de agosto, podrían devastar a las pequeñas empresas, la agricultura y las industrias marítimas, al mismo tiempo que tensan la históricamente sólida relación comercial entre los dos países. Encuestas muestran que la mayoría de las empresas fronterizas ya están sintiendo el impacto, con temores de daños económicos duraderos y pérdida de empleos. Tanto el Primer Ministro de Columbia Británica, David Eby, como la Senadora de Washington, Patty Murray, están instando a tomar medidas para detener la guerra comercial, describiendo la situación como una 'destrucción mutuamente asegurada'. La creciente reacción destaca los profundos lazos económicos e intereses compartidos en juego en la disputa arancelaria en escalada.
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