Después de cinco días de intensos combates a lo largo de su frontera en disputa, Tailandia y Camboya han acordado un alto el fuego inmediato e incondicional, siguiendo la presión internacional y las amenazas a las negociaciones comerciales del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. El conflicto, arraigado en disputas territoriales centenarias y la propiedad de antiguos templos, ha cobrado la vida de al menos 35 personas y desplazado a más de 300,000 civiles. A pesar del alto el fuego, ambas partes se han acusado mutuamente de violaciones y los enfrentamientos esporádicos continúan, lo que plantea dudas sobre la durabilidad del acuerdo. La crisis ha involucrado a potencias regionales y globales, con la ASEAN, China y los Estados Unidos monitoreando de cerca la situación. La violencia también ha resaltado el costo económico y humanitario para ambas naciones, así como los desafíos que enfrenta la estabilidad regional en el sudeste asiático.
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